El cambio climático está dando lugar a una mayor frecuencia e intensidad en los eventos extremos, como las lluvias torrenciales, que son muy dañinas para el sector agrícola, explica Victoriano Martínez Álvarez, uno de los especialistas que participará en el IV Congreso Nacional del Agua que se celebrará del 15 al 16 de septiembre en Albatera, Alicante
Entrevista a Victoriano Martínez Álvarez, Director de la Cátedra Universidad-Empresa Trasvase y Sostenibilidad José Manuel Claver Valderas, publicada en El Ágora Diario
Victoriano Martínez Álvarez es doctor ingeniero agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid y máster en hidrología general y aplicada por el CEDEX. Es catedrático en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica de la Universidad Politécnica de Cartagena. Su actividad investigadora se desarrolla en el campo de la gestión de recursos hídricos en la agricultura, particularmente en el estudio de los regadíos del sureste español, la incorporación de agua marina desalinizada a los sistemas agrícolas, la estimación de pérdidas de agua por evaporación en balsas y embalses y la aplicación de técnicas para su mitigación. Actualmente, es director de la Cátedra Universidad-Empresa Trasvase y Sostenibilidad Jose Manuel Claver Valderas.
Será uno de los especialistas que intervengan en el IV Congreso Nacional del Agua que se celebrará del 15 al 16 de septiembre de 2022 en Albatera, Alicante.
PREGUNTA.- ¿La agricultura del sureste dispone de los recursos hídricos para mantener los actuales niveles de producción?
RESPUESTA.- La disponibilidad de agua para riego en el sureste español está sometida a dos tendencias: la paulatina disminución en los recursos hídricos convencionales (aguas superficiales y subterráneas) y en los aportes externos mediante el trasvase Tajo-Segura; y la creciente disponibilidad en los recursos hídricos no convencionales, como la reutilización de aguas regeneradas, que prácticamente ha alcanzado todo su potencial, y la desalinización de agua marina, que se encuentra en pleno desarrollo y tiene un gran potencial de crecimiento.
Hasta el momento, las fuentes no convencionales han ido compensando la disminución de las fuentes tradicionales, por lo que la agricultura del sureste ha mantenido un suministro bastante uniforme en la última década, pero siempre en una situación de déficit estructural, que genera enorme incertidumbre en el regadío y no le permite alcanzar su máximo potencial.
P.- ¿Presenta algún tipo de problemática para el agricultor esta transición de los recursos hídricos convencionales al agua desalinizada?
R.- Tiene sus pros y sus contras. El principal problema es que tiene un coste notablemente superior al resto de suministros, lo que puede comprometer la viabilidad económica de muchos cultivos, especialmente si el suministro de agua desalinizada es mayoritario. Desde el punto de vista agronómico, se trata de un agua de muy baja salinidad, por lo que tiene el potencial de generar mayores producciones y de mejor calidad.
Sin embargo, sus características singulares también requieren de un cierto periodo de aprendizaje y adaptación por parte de los agricultores para poder optimizar su manejo y minimizar posibles riesgos agronómicos, que es la fase en la que nos encontramos actualmente. Su principal virtud es que siempre estará ahí, con independencia de la variabilidad meteorológica o los efectos del cambio climático, por lo que reduce la incertidumbre que tanto condiciona la agricultura de regadío del sureste español.
P.- ¿Qué impacto tiene el cambio climático en la agricultura de las provincias de Murcia y Alicante?
R.- Las regiones de Murcia y Alicante se caracterizan por un clima cálido y seco, que son características limitantes para la agricultura. Dado que los efectos del cambio climático en la región potencian estas características, su impacto es marcadamente negativo. Serán necesarios grandes esfuerzos de adaptación en la agricultura, dando mayor protagonismo a los cultivos hortícolas que se desarrollen en otoño e invierno, con mejores condiciones climáticas y menores requerimientos hídricos. Sin duda, contar con una fuente de agua garantizada e independiente de la climatología, como es el agua desalinizada, será un pilar fundamental para esta adaptación.
Además, el cambio climático está dando lugar a una mayor frecuencia e intensidad en los eventos extremos, como las lluvias torrenciales, que son muy dañinas para el sector agrícola.
P.- ¿El sector agrario podrá mantener los niveles actuales de producción después de la reducción de los caudales del Trasvase Tajo-Segura?
R.- Una reducción más acentuada que la ya habitual en el trasvase Tajo-Segura, como la que producirá con el aumento de los caudales ecológicos en el Tajo, afectará seriamente a todas las zonas regables abastecidas desde esta infraestructura. Estas representan casi el 50% de los regadíos de la cuenca del Segura, que además se caracterizan por su alta tecnificación y productividad. La desalación de agua marina tiene potencial para compensar las reducciones de caudales en el trasvase, pero todavía no disponemos de las infraestructuras necesarias para hacerla llegar a todas las comunidades de regantes afectadas. El impacto económico sería importante, especialmente si se mantienen los elevados costes energéticos actuales, y muy pocos cultivos serían competitivos bajo estas circunstancias.
P.- ¿Considera adecuada la estrategia de sustituir los caudales del Trasvase Tajo-Segura por agua marina desalinizada? ¿Qué consecuencias puede tener para la producción agrícola?
R.– El planteamiento de sustitución no es adecuado, lo deseable es la complementación. Disponer de ambos recursos, en proporciones equilibradas, garantiza un suministro suficientemente estable y unos sobrecostes asumibles, como se ha puesto de manifiesto en los últimos años en comunidades de regantes, que han manejado en torno al 50% de agua desalinizada y que ha conseguido mantener la producción bajo ese escenario. Las aguas desalinizadas y las del trasvase tienen características fisicoquímicas muy distintas, y su mezcla facilita enormemente su gestión, minimizando los posibles riesgos agronómicos asociados al agua desalinizada, como la fototoxicidad por boro en cítricos o la posible afección a la fertilidad del suelo por la descompensación entre cationes monovalentes (Na+) y divalentes (Ca2+ y Mg2+).
P.- ¿Es posible la recuperación del Mar Menor? ¿Cómo se podría conseguir el vertido cero?
R.- Es posible, pero no sencillo. Los problemas de Mar Menor son la consecuencia de décadas de desarrollo del entorno y presión creciente sobre el ecosistema, por lo que revertir esta situación con garantías no es cuestión de uno o dos años, sino de lustros o décadas. La problemática se ha focalizado de forma injusta en la agricultura, pero si no se adoptan medidas en otros ámbitos como el saneamiento, la urbanización y las actividades de ocio será muy difícil garantizar la deseada recuperación.
Por lo que se refiere a la agricultura, se están intentando enfrentar dos enfoques en cuanto a las soluciones a adoptar para lograr esta recuperación. Por un lado, las basadas en la naturaleza y, por otro, las basadas en determinadas obras de ingeniería, como las recogidas en el proyecto de vertido cero. Desde mi punto de vista este enfrentamiento es perjudicial para el Mar Menor, ya que ambas medidas son necesarias y complementarias; las basadas en la naturaleza son necesarias para revertir la situación a largo plazo; y el vertido cero, ya sea mediante colectores de drenaje o deprimiendo el nivel del acuífero, es determinante para lograr mejoras en el corto plazo.
Este verano la calidad y trasparencia del agua es notablemente mejor que los anteriores, pero eso no debe relajar la adopción de medidas, ya que ha sido un año sin lluvias torrenciales en la cuenca y sin apenas escorrentías superficiales al Mar Menor. El cambio climático también nos perjudica aquí, ya que conlleva mayor frecuencia e intensidad de estas lluvias torrenciales y las mayores temperaturas favorecen los procesos de eutrofización.
P.- ¿Qué estrategias son las adecuadas para regular el “secuestro de carbono” en las explotaciones agrícolas?
R.- Las explotaciones agrícolas tienen un balance de carbono negativo y contribuyen a la mitigación del cambio climático, es decir, captan más gases de efecto invernadero que emiten, especialmente en el caso de los cultivos leñosos. Por este motivo, el principal objetivo debe ser mantener estas explotaciones, con cualquier tipo de medida que potencie su resiliencia frente a las numerosas adversidades que están padeciendo. Luego se pueden adoptar distintas medidas de manejo del suelo o gestión de los subproductos, pero que generalmente sólo representan pequeñas variaciones en estos balances. Para mi es más importante actuar sobre la sostenibilidad del sistema de abastecimiento eléctrico, o energético en general, ya que es ahí donde se puede marcar la diferencia. Por ejemplo, el riego con agua marina desalinizada exclusivamente puede hacer que los cultivos hortícolas pasen a tener un balance de carbono positivo, pero si el suministro eléctrico en los procesos de desalinización y distribución de agua se hace con energías limpias se potencia simultáneamente el balance negativo de carbono y la resiliencia de la actividad agrícola.
P.- ¿Hacia dónde camina la modernización del regadío? ¿Es posible obtener más rendimiento de los caudales actuales?
R.- El concepto de modernización de regadíos está cambiando en la región, ya que se ha avanzado mucho en los objetivos tradicionales de eficiencia hídrica y energética, lo que está dando un mayor protagonismo a objetivos de sostenibilidad. En este sentido, la incorporación de energías renovables y los sistemas de monitorización y control ambiental son la tendencia más clara en los proyectos de modernización actuales.
La sostenibilidad también se está persiguiendo mediante la modernización de los sistemas de explotación, en los que se están consolidando dos caminos bastante distintos: por un lado, mediante la agricultura ecológica y, por otro, mediante mayores niveles de tecnificación que prácticamente independizan la producción agrícola del medio ambiente. Me refiero, por ejemplo, a los cultivos hidropónicos con agua marina desalinizada y sistemas de tratamiento y recuperación de drenajes, en los que no se emplean recursos hídricos convencionales, ni se utiliza el suelo, ni se realizan vertidos a los acuíferos, es decir, apenas interaccionan con el medio natural. Estos cultivos permiten obtener mayores rendimientos, pero también requieren enormes inversiones.